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DOS LUNAS

Un día, mientras me encontraba descansando en una habitación del Departamento de Publicaciones ubicado junto a un camino, escuché las voces de algunas personas que subían lentamente la colina. Sin prestar mucha atención en especial, pude oír que decían:

“Este es uno de los dos templos principales de la escuela Soto. El otro es el templo Eiheiji, en la Prefectura de Fukui”.

Me asomé por encima del cerco y miré, preguntándome quién hablaba. Era el Sr. M., quien administra una tienda cerca de la entrada del templo y guiaba a un grupo de visitantes que daban la impresión de venir de lejos.

Uno de los visitantes preguntó: “¿Por qué tiene una escuela dos templos principales?”

A esto el Sr. M. respondió: “ Es como una familia que tiene un padre y una madre. Eiheiji es el padre, y este es la madre…”

Visitante: “¿Cuál es el más importante?”

“La madre”, respondió con satisfacción el Sr.M.

“Es como un hombre pequeño que tiene una esposa grande, ¿verdad?. ¿Qué es aquél edificio? Preguntó el visitante, señalando el edificio de educación física de la Universidad de Tsurumi.

Sr. M.: “Sea lo que sea, esta es una madre fuerte que opera una universidad solo para mujeres. El lema del fundador era “tener hijos y crecer”, y en base a esto creó una secta religiosa grande”.

Visitante: “¿Quién fue el fundador?”

Sr. M: “Keizan Zenji”

Visitante: “He oído hablar de Dogen-san, pero nunca de Keizan-san”

Sr. M: “Eso es cierto. Las madres nunca son famosas. Es lo fantástico de…”

Esta es solo una parte de la conversación que pude escuchar. Me impresionó mucho y me puso a pensar en cuán verdadera era. Fue Gasan Zenji quien trabajó mano en mano junto a Keizan Zenji en la fundación del Sojiji y en el establecimiento de las bases sobre las cuales florece lo que es hoy en día la escuela Soto.

Gasan abandonó su hogar y asumió el sacerdocio en el Monte Hiei a la edad de dieciséis años. Durante ocho años estudió Budismo, en especial la doctrina de la secta Tendai, la cual llegó a dominar muy bien. Sin embargo se dió cuenta de que la verdadera paz espiritual de la mente no puede alcanzarse a través del Budismo académico, así que bajó del Monte Hiei para convertirse en discípulo de Keizan Zenji y dedicarse a practicar Zen. Gasan era entusiasta, sensible y físicamente robusto por naturaleza. Parecía ser de confianza, y Keizan Zenji estaba feliz de haber sido bendecido con tan buen sucesor. Sin embargo, Gasan presumía mucho de su inteligencia y Keizan Zenji decidió en secreto hacer algo cuando se presentase la oportunidad para corregir esa actitud tan arrogante con la cual parecía estar “soportando” a la gente.

Una noche de invierno la luna estaba en su cénit e iluminaba con luz pura montañas, ríos, campos y aldeas, en una escena de belleza indescriptible; era como si la luz brillase incluso a través de los cuerpos y las almas de los seres humanos. Kezan Zenji dijo, como si se le hubiese acabado de ocurrir: “Gasan, ¿sabías que existen dos lunas?”.

“No, no lo sabía” dijo Gasan, completamente desconcertado. Mirando a Gasan, que a pesar de intentarlo no podía encontrar una respuesta, Keizan Zenji dijo en voz baja y solemne: “Si no sabes que existen dos lunas no puedo permitir que te conviertas en la más alta autoridad encargada de difundir las enseñanzas Zen de la escuela Soto”. Gasan nunca había escuchado palabras tan severas de boca de Kezan Zenji, y estaba estupefacto.

En ese momento pasó por la mente de Gasan la siguiente historia, ocurrida durante la dinastía Tang de China entre el destacado sacerdote Kyogen y su maestro, el maestro Zen Isan Reiyu.

Isan dijo a Kyogen: “Eres erudito en todos los aspectos, no hay nada que no sepas; sin embargo, los conocimientos que has adquirido a través de libros no me sirven de nada. Quiero que me hables con tus propias palabras de tu vida antes de abandonar el vientre de tu madre, cuando todavía no sabías nada”.

Kyogen respondió, pero el Maestro Isan rechazó su respuesta cada vez, diciendo: “Eso lo viste con tus ojos”, o “eso lo escuchaste con tus oídos”, o “eso estaba escrito en un libro”.

Atribulado, Kyogen pidió a su maestro: “Por favor, explícame”.

El Maestro Isan respondió: “Si te lo explico serán mis palabras, y no tendrá ninguna relevancia para tí”.

Rechazado, Kyogen sacó las notas y libros que había estudiado hasta el momento, pero no pudo encontrar nada. Anonadado pensó: “No puedo satisfacer mi hambre mirando pinturas de pasteles de arroz”, y quemó todas sus notas y libros. “Dejaré de estudiar las enseñanzas budistas. En lo adelante, viviré la vida de un monje común y no someteré mi mente a una formación severa.”

Kyogen se separó del Maestro Isan con lágrimas en los ojos y fue al Monte Buto en busca de las ruinas del Nanyo Echu (~775 AD), lugar donde su maestro había tenido una ermita y en el cual construyó un retiro para sí mismo. Plantó árboles de bambú y se dedicó al zazen, haciendo de los árboles sus amigos. Un día, mientras limpiaba un camino, golpeó con su escoba un pedazo de teja que salió disparado y chocó contra un árbol de bambú, tintineando. Con el tintineo Kyogen recibió la iluminación. De inmediato se limpió y purificó, y luego quemó incienso al tiempo que rendía homenaje al gran Isan, que estaba en un lugar muy lejano. “Gran Maestro Isan, si me hubieses dado una explicación en aquel momento no estaría disfrutando del gran gozo que siento hoy. Maestro, tu bondad supera la de mis padres”.

Al igual que en esta historia, en años más recientes el Maestro Tettsu Gikai no pudo recibir la transmisión Dharma del Maestro Dogen a causa de su habilidad e inteligencia.

Desde ese momento la actitud de Gasan cambió completamente. Se hizo humilde, se dedicó a la disciplina con diligencia junto a los demás monjes, y practicó de forma estricta el zazen. Su actitud engreída desapareció por completo. Sin embargo, aún después de un año, la nube de duda sobre las “dos lunas” estaba sin resolver.

Pasaron tres años y la noche del 23 de diciembre de 1301 brilló la luna, fría y amenazadora. El Maestro Keizan vió la figura de Gasan en un zazen profundo a través de la luz de la luna y leyó su mente. Acercó su mano al oído de Gasan y chasqueó sus dedos. Aunque el sonido pudo apenas oírse, para Gasan fue como un gran estallido que borró todas las dudas que había tenido durante tres años.

“¡Eso es! Ahora entiendo”. Gasan pudo entender claramente la idea de las dos lunas del Maestro Keizan.

Dos lunas. Una es, de más está decirlo, la que brilla en el cielo. La otra es la luz que brilla sobre todos los seres del universo. Dicho en otras palabras: No importa cuánto conozcamos la doctrina budista, si esta no encuentra manifestación o práctica en nuestras vidas diarias, no habremos alcanzado la verdadera iluminación. Las palabras de Keizan: “ No puedo permitir que te conviertas en una autoridad a cargo de difundir las enseñanzas Zen” fueron palabras severas, pero penetraron hasta el fondo de la mente de Gasan. Estas palabras le permitieron entender la relación de “uno son dos” y de “dos son uno”, y hacerla parte de sí mismo.

Para Gasan era imposible expresar con palabras la inmensa felicidad e inspiración que sintió al momento de captar la esencia de las enseñanzas del Maestro Keizan.

A partir de entonces la luz brillante de estas dos lunas, el Maestro Keizan y su discípulo Gasan, se hicieron una sola que brilló a través de todo el país, y empezaron juntos entonces a difundir las enseñanzas. En esa época el Maestro Keizan explicaba los escritos biográficos de los grandes maestros Zen del pasado, desde los tiempos de Shakyamuni Buda a los tiempos de Ejo, segundo Abad del templo principal de Eiheiji, de forma similar a la forma en que transmitió la luz de la luna. Este es el famoso Denkoroku, que junto al Shobogenzo del Maestro Dogen, forman los Dos Grandes Tesoros Escritos de la escuela Soto de Zen.

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